Louise Glück y Pre-Textos, otros ángulos de una misma polémica
Por: Gilberto Alfonso Fajardo | Socio
La decisión de la más reciente Premio Nobel de Literatura, la poeta Louise Glück, de romper vínculos comerciales con su editorial española Pre-Textos, ha suscitado una polémica interesante que puede analizarse desde varios ángulos, desde la esfera meramente ética, pasando por la comercial y finalizando con la de los derechos de autor, por mencionar quizá los tres principales ángulos desde los cuales se puede abordar dicha polémica.
Conocida es la historia: la editorial española Pre-Textos apostó por Glück cuando esta no era conocida para el público de España y de América Latina, llevando prácticamente toda su obra poética a los ojos de los iberoamericanos, acumulando pérdidas económicas durante muchos años. Para su editor, Manuel Borrás, su ganancia era tener a una poeta de prestigio en Estados Unidos dentro de su catálogo, una poeta que -de acuerdo a sus declaraciones- le cautivó desde el primer momento que la leyó. Ahora que le han otorgado el Premio Nobel, la poeta, mediante su agente literario, Andrew Wylie, le ha informado a la editorial originaria de Valencia, España, que se retira de su catálogo y que ha negociado o está negociando con nuevas editoriales. Esta decisión ha provocado indignación en el mundo editorial y también en el mundo poético, pues prácticamente todos acusan a la poeta estadounidense de ser poco transparente, antiética y mercantilista, adjetivos calificativos que si bien no aparecen en las declaraciones públicas, aparecen entre líneas en la carta abierta a la poeta que varias editoriales y escritores han hecho pública.
En primer lugar aclaro que me solidarizo con la editorial Pre-Textos, sus editores le apostaron a una poeta poco conocida, con una poesía introspectiva, reflexiva, íntima, fuera de los artilugios de los ismos pero a la vez cercana de una poética predominante en los últimos tiempos: la poética de la sencillez y de la experiencia. En segundo lugar, y sin el afán de ir contracorriente con las olas de solidaridad y empatía hacia la editorial, y en mi doble calidad de poeta y de abogado especialista en temas de propiedad intelectual, debo manifestar, “por amor a la precisión intelectual”, como una vez dijo Octavio Paz en un debate brillante, que en esta historia hay matices que deben comentarse.
En segundo lugar, no cabe duda alguna que la actitud de Glück adolece de solidaridad y empatía para con la editorial que se encargó de traducir su poesía y de llevarla al público iberoamericano. La ausencia de toda consideración con la que fue su casa durante muchos años, ha dejado a la poeta, dentro de ese engranaje de actitudes políticamente correctas pero a la vez confusas que se llama opinión pública, muy mal parada dentro del mundo editorial y en la percepción de colegas y lectores. Sin embargo, en este punto donde convergen, por una parte, la solidaridad y la empatía como vagas manifestaciones de la moral, los derechos inherentes a un autor como parte integrante de un abanico de derechos morales y económicos; y por otra parte los derechos meramente patrimoniales o económicos de quienes ejercen la función de intermediarios dentro los productos culturales que constituyen los libros, existen muchas verdades a medias y equívocos que si no se toman en cuenta algunas consideraciones meramente legales, serían capaces de llevar a la hoguera a alguien que si bien actúa de forma despiadada, solo ejerce uno o varios de sus tantos derechos como autora.
Se ha dicho que el agente literario había estado negociando con otras editoriales a espaldas de Pre-Textos. Aquí se puede encontrar el primer matiz: si no existe un contrato vigente entre la poeta y la editorial, y si existe, este se encuentra a punto de caducar, la poeta está en su derecho de buscar una nueva “casa” editorial, toda vez que no está incumpliendo un contrato vigente que la ate a permanecer en el sello. Aún más: tampoco tiene por qué informar a su actual editorial de todas las negociaciones que su agente literario está llevando a cabo, a menos que quisiera involucrar a “Pre-Textos” dentro de un “beauty contest” que tenga la finalidad ulterior de obtener mayores ganancias económicas, pero por lo demás, en ningún momento la poeta o su agente literario están obligados a informar de las conversaciones y/o negociaciones de futuros contratos para editar su poesía en castellano. Es encomiable, en cambio, la actitud leal y solidaria que han tenido las editoriales que han sido contactadas por Wylie para con Pre-Textos, pues en realidad nada les impide tener la empatía y la solidaridad que están ausentes en la poeta Glück.
El segundo aspecto que me llama la atención de esta polémica es la ligereza con la que se abordan las dos grandes esferas de los derechos de autor: los derechos morales y los derechos patrimoniales del autor. En diversas notas periodísticas se ha informado que Wylie ha solicitado a Pre-Textos el retiro y la destrucción de todos los ejemplares de las obras de Glück. En lo particular, no creo que Wylie, al ser un agente literario famoso, desconozca que Pre-Textos tiene derechos patrimoniales o económicos sobre todas las ediciones que ha hecho de la obra de Glück, de manera tal que si Pre-Textos tiene en inventario cientos o miles de ejemplares de los diferentes libros de la poeta, está en su derecho de comercializarlos y venderlos, incluso tienen el derecho de promocionar sus libros de poesía bajo el “gancho” publicitario de ser la más reciente Premio Nobel: bien merecido tienen toda retribución devenida de la alza en las ventas gracias al premio. Ahora bien, dentro de los derechos morales del autor, en la mayoría de legislaciones del sistema continental, se encuentran precisamente facultades como las solicitadas por Wylie, es decir la de retirar del mercado y de destruir toda aquella obra que por una u otra circunstancia, ya no represente los intereses del autor, o que simple y sencillamente el autor no quiera que esos ejemplares circulen más. A esta manifestación del derecho moral del autor también se le llama en doctrina “derecho de retracto”, y es que el autor, como “padre” de la obra, tiene todo el derecho de elegir cuál será la suerte de la misma, es decir, si esta ve la luz pública, si la retira, si la quema o si simple y llanamente la guarda bajo el colchón de su cama para nunca publicarla. Pero frente a estos derechos morales del autor se encuentran los derechos patrimoniales de la editorial, pues esta ha pagado por la publicación y, por consiguiente, tiene derecho de recibir la retribución correspondiente a la inversión efectuada. Es por lo anterior que Pre-Textos está facultada para continuar comercializando, promocionando o publicitando todas y cada una de las obras que aún tienen en sus bodegas, hasta agotar el último ejemplar, dependiendo también del contrato de edición que haya suscrito con la autora. Pero en términos generales, la editorial originaria de Valencia puede comercializar los libros por los cuales ya ha pagado los respectivos derechos de autor a la poeta. Este es pues otro matiz dentro de la polémica: no hay absolutismos que no puedan pasar el filtro de lo casuístico, y mal hace Wylie al pretender no conocer estas cuestiones, y peor hace Glück al permitir que su agente ande por el mundo como un policía autoritario de la poesía.
Finalmente, una reflexión más personal, y esta última meditación bien podría llevarme varias páginas si fuera un ensayo sobre la autenticidad en la poesía, y en los poetas. Pero por el momento estas breves notas no tienen mayor ambición que poner de relieve los ángulos que se deben tomar en cuenta para apreciar de mejor manera esta polémica. La actitud de Wylie, supuestamente secundada por Glück, tiene una importancia capital tomando en cuenta que se trata de una poeta que se encontraba fuera de las quinielas para ganar el premio, y que supuestamente reivindica el peso de la palabra y el silencio por sobre la parafernalia del marketing literario y de sus modas, donde lo políticamente correcto y las relaciones públicas parecen ser el boleto de abordaje del éxito. Sin embargo, al investigar un poco sobre el ARS Poético, la vida y el pensamiento de Glück, nos encontramos con una poeta que vive de y para la poesía, lo cual sería una virtud y una cualidad si no hubieran rasgos de un egocentrismo que pudieran dar como resultado la permisibilidad de actitudes como la de Wylie, o bien la autoría de la idea de abandonar de forma abrupta a Pre-Textos. En efecto, en entrevistas que se pueden encontrar en internet, la poeta, haciendo gala de cierto ego disfrazado de timidez, suelta varias joyas dignas de mencionar. En una entrevista, por ejemplo, afirma que de cada generación o promoción de poetas solo menos de cinco poetas sobresalen o valen la pena, algo con lo que estoy de acuerdo, pero que refleja con cierta precisión la personalidad de la poeta. En otra entrevista confiesa que uno de las peores etapas de su vida fue cuando no podía escribir porque no se le ocurría nada, como si la presencia permanente de la escritura fuera el fin en sí mismo de la poesía y no el medio para que se refleje lo que verdaderamente constituye la materia prima de la poesía: la vida. Olvidarse de vivir para solo escribir pareciese una premisa válida para el narrador, en el entendido que el narrador puede crear mundos ficticios y personajes ajenos a su propia personalidad. Pero en la poesía, y esta es un teoría muy propia, la vida tiene una importancia fundamental pues gracias a ella se obtiene la autenticidad. Un poema muy probablemente adolecerá de esa sustancia humana que convierte en cómplice del poeta al lector, esa tesitura o espejo vivencial que el poema necesita para lograr conectar con el lector, conexión que muy probablemente no existirá por muy buena construcción lingüística que tenga el texto. Estos rasgos de personalidad de la Premio Nobel pueden dar pistas del por qué de la decisión de abandonar abruptamente a la única editorial en lengua castellana que apostó por ella durante muchos años. Esta es una visión eminentemente personal del origen de estas decisiones, igual puedo estar equivocado al respecto, pero hay que poner mucha atención a estos guiños de la persona pues pueden explicar la decisión de la poeta. El último guiño de la personalidad de Glück fue precisamente el día que recibió el Nobel. Cuando la llamaron y le preguntaron qué iba a hacer con el dinero, lo primero que se le vino a la mente vino desde muy adentro de su ser: comprar una nueva casa.